Esplendente «Día de Corpus Christi» en El
Toboso.
El pasado domingo 10 de junio, las
calles del casco histórico de la Patria de Dulcinea volvieron a brillar con sus
mejores galas para acoger una resplandeciente celebración de fervor religioso y
popular de exaltación a la Eucaristía.
EL TOBOSO / 12 JUN ■ InfoParroquia.- La Parroquia San Antonio Abad de El Toboso (Toledo)
celebró, el pasado domingo 10 de junio, la Solemnidad del Corpus Christi, una
fiesta que cada año va acrecentando el sentir popular y fervoroso de exaltación
al Santísimo Sacramento del Altar. Después de la solemnísima Santa Misa
celebrada en la afamada «Catedral de La Mancha», a eso de las doce del medio día
comenzó la Magna Procesión del Corpus Christi toboseño, un cortejo procesional
en el que desfilaron todas las insignias, estandartes y banderas de la veintena
de hermandades, cofradías y grupos religiosos con los que cuenta la Parroquia. Al
acto se sumaron las autoridades civiles de la villa y la banda de música local.
Esta
fiesta está regentada por la Cofradía del Santísimo Sacramento, una de las más
antiguas de El Toboso, antes conocida como «de cristianos viejos» y que hunde
sus raíces a principios del siglo XVI.
Según
informa la Web del consistorio local toboseño, un años más los vecinos de las
calles por dónde pasó el cortejo
procesional tuvieron el honor de recibir la solemne procesión y prepararon con
esmero y delicadeza los nueve altares en
los que fue descansando la Custodia. Balcones
adornados con banderas, tapices y reposteros, pendones y colgaduras realizados con gran maestría, cubrieron
la totalidad de las calles por las que pasó el Santísimo Sacramento por mitad de un tapiz formado de alfombras realizadas a
base de serrín multicolor, tomillos, pétalos, hierbabuena y demás plantas bienolientes
que, unido al incienso de los turiferarios, embriagaban a los fieles con su
profundo aroma. Y todo ello para acompañar al Santísimo Sacramento portado bajo
un riquísimo Palio bordado de oretes y piedras preciosas por las Monjas
Trinitarias de Clausura.
Galería
fotográfica aquí (cortesía www.eltoboso.es)
Origen de la Fiesta del Corpus Christi
Según se recoge en las crónicas, esta fiesta tuvo su
origen en el siglo XIII en la Abadía de Mont Cornillón en la región de Liége
(Lieja) en Bélgica. Fue la hermana agustina Santa Juliana de Mont Cornillón,
por aquel entonces priora de dicha Abadía, la que con sus visiones propició que
se celebrase esta fiesta dedicada a la Eucaristía. Sor Juliana nació en
Retines, cerca de Liége, en el año 1193. Al quedar huérfana a los cinco
años fue confiada a los cuidados de las hermanas agustinas de Mont Cornillón, junto
con su hermana Agnes, donde fueron cuidadas y educadas. A los catorce años
sintió una fuerte vocación religiosa e ingresó en las agustinas donde llegó a
ser superiora de su comunidad. Murió en Fosses el 5 de abril de 1258, a la edad
de 65 años, y fue enterrada en Villiers. Santa Juliana deseaba que
hubiera una fiesta especial en honor al Sacramento de la Eucaristía, ya que
sentía una gran veneración a dicho sacramento. Este deseo se intensificó por
unas visiones que tuvo de la institución de la Iglesia bajo la apariencia
de una luna llena con una mancha negra y que interpretó como la ausencia de la
celebración de dicha solemnidad. Sor Juliana comunicó estas visiones a Monseñor
Roberto de Thorete, entonces obispo de Lieja, al docto dominico Hugh, quien
sería más tarde cardenal legado de los Países Bajos y también al archidiácono
de Lieja Jacques Pantaleón, quien sería en 1261 el Papa Urbano IV. El obispo
Roberto, convencido por las visiones y por la interpretación de las
mismas y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas
para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración en
honor al Sacramento de la Eucaristía se tuviera al año siguiente. La
celebración tuvo lugar en 1247 en la iglesia de San Martín en Lieja pero sin la
presencia de dicho obispo porque había fallecido. No obstante muchos
consideraban las visiones de Sor Juliana como fruto de su imaginación y a la
muerte de su protector fue desterrada a Namur en dos ocasiones.
Años más tarde, en Bolsena, al norte de Roma, muy cerca de Orvieto donde
el Papa Urbano IV (Jacques Pantaleón) tenía la residencia papal, se
produjo un hecho milagroso conocido como el Milagro de Bolsena. Un
sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera
algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de
la que se fue empapando el corporal. La venerada reliquia fue llevada en
procesión a la presencia del Papa en Orvieto el 19 junio de 1264. En Orvieto se
conservan los corporales que son los paños donde se apoyan el cáliz y la patena
durante la misa, y también se puede ver la piedra del altar manchada de sangre
en Bolsena. El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios
obispos, hizo que se extendiera la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia
por medio de la bula "Transiturus", fechada el 8 septiembre de ese
año de 1264. La fiesta se fijó para el jueves después de la octava de
Pentecostés, otorgándose indulgencias a todos los fieles que asistieran a la
Santa Misa y al oficio religioso. Poco después de la publicación del decreto
moría el Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264) lo que obstaculizó la
difusión de la fiesta. Pero en 1311 el Papa Clemente V en el Concilio general
de Vienne, en Francia, ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317
el Papa Juan XXII promulga una recopilación de leyes y extendió la fiesta
a toda la Iglesia. Ninguno de los decretos habla de la procesión con el
Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones
fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se
hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV. Finalmente, el largo Concilio
de Trento declara que muy piadosa y religiosamente sea introducida en la Iglesia
la costumbre de que todos los años se celebre este sacramento con singular
veneración y solemnidad. La celebración de la fiesta estuvo acompañada por
muchísimos actos cívicos como danzas y música, la tarasca, gigantes y
diablillos, representaciones teatrales y auto sacramentales. Con el transcurso
del tiempo y por orden de la superioridad eclesiástica fueron desapareciendo ya
que desvirtuaban el verdadero sentido de la celebración. Desde la época romana
se tenía la costumbre de tirar pétalos y de alfombrar con flores y otros
vegetales las calles por donde debía pasar el Cesar y las personas de cierta
importancia social o militar, a las que se quería homenajear. Esta costumbre
traspasó las fronteras físicas y la frontera del tiempo y se arraigó en otros
lugares. Así en la Edad Media esta costumbre se introduce en el litoral
mediterráneo aplicándose a las procesiones de la festividad del Corpus Christi,
siendo ejemplo de ello muchas ciudades españolas, entre ellas El Toboso.
FOTO
© www.eltoboso.es, 2012
001.- En la Plaza Juan Carlos I.