EL TOBOSO /
30 NOV ■ InfoParroquia.- Entramos en
un nuevo Adviento, tiempo por excelencia de esperanza, y ¡cuánto la necesitamos
en estos momentos de la coyuntura histórica que nos está tocando vivir!.
Esperanza en el aspecto más elemental de nuestra realidad social, ante la
crisis tremenda que nos está tocando vivir; pero que, aun en medio de su dolor,
deberíamos también aprovechar para desarrollar nuestra «caridad», la que nace indiscutiblemente
de nuestra Fe.
Este tiempo de esperanza, vivido desde la fe en Cristo
Jesús, nos quiere seguir abriendo el horizonte de nuestra dignidad de ser
humanos como Cristo nos ha ofrecido en plenitud, con su mensaje y con su vida.
Somos hechura divina, aunque nos pueda parecer mentira; hemos sido hechos hijos
en el Hijo, por pura gracia de un Dios que se nos ha revelado como amor, aunque
no sepamos estar muchas veces a la altura de este don.
Y esta llamada de esperanza se nos invita a reforzarla
de un modo especial en este año que el Papa ha querido convertir en el Año de
la Fe. Un año que, como él mismo nos ha dicho, quiere que lo aprovechemos para “redescubrir
la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”.
¡Alegría y entusiasmo!, que dos palabras más hermosas, y qué bien encaja este
deseo del Papa con ese empeño de nuestra Parroquia toboseña también.
Somos conscientes de cómo al mismo tiempo que se
margina la fe y se rechaza a Dios, todos los ojos están vueltos hacia nosotros
para enterarse de nuestras coherencias o incoherencias, sobre todo éstas, y eso
nos tiene que ayudar a mantenernos fieles.
Por eso, no cabe el desánimo. Todo esto nos dice que
ser cristiano sigue importando. Ser cristiano sigue siendo un referente, no es
indiferente. El evangelio vivido con coherencia nos convierte en personas que
asumen unos valores, unos modos de entender y valorar al hombre desde Dios, en
su profundidad y en sus comportamientos, y eso cuestiona e interpela, gusta y
disgusta. Y ello nos tiene que estimular a vivir con fuerza y valentía el
evangelio que hemos recibido, con todas sus consecuencias. Para ello, este año
se convierte de nuevo en tiempo de gracia, y empezar desde ahora, apoyados los
unos en los otros, sintiéndonos Iglesia.
No
lo olvidemos: estamos llamados a ser hombres y mujeres de fe y esperanza. Estas
dos virtudes caminan siempre de la mano, una refuerza a la otra y juntas
nos ayudan a crecer en el amor. Así que abrámonos a ellas y ofrezcamos, en la
medida de nuestras posibilidades, esta buena noticia que nos viene
empujada en este nuevo Adviento del año de la fe.