Festividad de
Todos los Santos en El Toboso
«El
primero de noviembre hacemos fiesta por los santos del cielo y también por
nosotros mismos en esperanza, y el día 2 de noviembre la Iglesia reza por la
salvación de todos los difuntos»
EL
TOBOSO / 28 OCT ■ InfoParroquia.- La
Parroquia San Antonio Abad de El Toboso celebrará, el próximo sábado 1 de
noviembre, la Festividad de Todos los Santos, mediante la celebración de la
Eucaristía en la Iglesia Parroquial.
HORARIOS Y CELEBRACIONES
Sábado, 1 de Noviembre.- Festividad de Todos los Santos
09:00h.-
Misa en el Monasterio de Trinitarias
10:00h.-
Misa en el Convento de Clarisas
12:00h.-
Misa solemne en la Iglesia Parroquial
16:30h.-
Misa en el Cementerio Municipal de El Toboso
Domingo, 2 de Noviembre.- Conmemoración de Todos los Fieles
Difuntos
09:00h.-
Misa en el Monasterio de Trinitarias
10:00h.-
Misa en el Convento de Clarisas
12:00h.-
Misa en la Iglesia Parroquial
16:30h.-
Misa en el Cementerio Municipal de El Toboso
18:00h.- Rezo Santo Rosario y Vísperas con Adoración al Santísimo en el Convento de Clarisas
Con motivo de esta Solemnidad junto a la conmemoración de
todos los Fieles Difuntos del día 2 de noviembre, domingo, además de celebrar
misas y oraciones en el Cementerio previstas para estos días, la Parroquia de El Toboso también invita a
todos sus fieles a la siguiente reflexión:
TODOS LOS SANTOS, TESTIGOS DE LA FE
Lo
santo y los santos
La santidad es una característica del Dios tres
veces santo (transcendente, todopoderoso, perfecto, espiritual); pero esta
santidad se participa a los hijos de Dios y, por extensión, a las cosas
dedicadas al culto divino. Sin embargo, en las personas la santidad tiene a la
vez un sentido moral: el santo vive de acuerdo con la ley de Dios y en la
imitación de Jesucristo, por ello se aparta de las formas de vida y las obras
del mundo del pecado y se convierte efectivamente en propiedad de Dios, en un
sacrificio de alabanza puro y permanente.
En la Iglesia todos sus miembros son llamados a la
santidad, y deben ser fieles a la consagración que recibieron en los sacramentos
de la iniciación cristiana, en cualquiera de los estados de vida que elijan.
Desde este punto de vista la Iglesia, como el antiguo Israel, es el pueblo
santo de Dios, aunque este formado por pecadores.
El culto a los santos
Desde el principio de su historia, las Iglesias
locales se sintieron edificadas por la enseñanza o por el ejemplo de algunos
hombres y mujeres que vivieron el ideal cristiano con mayor perfección. En los
primeros siglos fueron los apóstoles y los mártires quienes fueron reconocidos
mediante sus honras fúnebres, la veneración de sus sepulcros y la oración
acogiéndose a su intercesión. Poco a poco la memoria recurrente de su dies
natalis o día natalicio para el cielo, que era el de su muerte o martirio,
se convirtió en una fiesta de la comunidad que se incorporaba al calendario
propio de celebraciones.
Saludando a la Virgen María como la santa Madre de
Dios, el concilio de Éfeso (431) contribuyó a la difusión de su culto. También
la Sagrada Escritura sirvió para nutrir el número de personas con santidad
especial, como los ángeles, los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, y
asimilados a ellos los padres de san Juan el Bautista y de la Virgen junto con
san José, así como los varones y mujeres que acompañaron a Jesús o a los
apóstoles en los primeros pasos de la Iglesia; si bien algunos de estos
personajes no tuvieron un culto extendido hasta la edad media.
Se llega así a un nuevo concepto de “santo”: aquel
o aquella de quien se tiene la certeza que está en la gloria junto a Dios. En
los primeros tiempos cada Iglesia local tenía sus santos, algunos de los cuales
fueron pronto venerados en toda la Iglesia católica. San Martín de Tours fue el
primer santo reconocido que no fue mártir, luego vinieron las vírgenes
consagradas, las viudas, los religiosos en sus propias órdenes y los seglares
en sus comunidades eclesiales.
Las declaraciones de la Iglesia y la fiesta del 1
de noviembre.
Cada época tiene sus santos, y en nuestro tiempo,
las beatificaciones y canonizaciones tiene como finalidad reconocer y proponer
modelos de santidad cada vez más cercanos a nosotros y de todas las partes del
mundo.
Pero hay que dejar claro que la Iglesia no “pone”
a nadie en el cielo, y, como no se sabe de la salvación de la mayoría, reza por
la salvación de todos los difuntos, como se hace de modo especial el 2 de
noviembre.
Para no olvidar a los “santos anónimos”, ya en el
año 610 el Papa san Bonifacio IV (608-615) dedicó el templo romano del Pantheón
(de todos los dioses) a Santa María y todos los mártires; un siglo más tarde,
el papa Gregorio III dedicó un oratorio en san Pedro en honor de Cristo y de su
santa Madre, así como de “todos los santos mártires y confesores y justos
llegados a la perfección, que reposan en el mundo entero”. Fue el comienzo de
esta fiesta del 1 de noviembre, que se extendió en el siglo IX. Es nuestra
fiesta y Jesús nos felicita si estamos de su lado, si merecemos sus
bienaventuranzas.
La llamada universal a la santidad
Pero la Iglesia, o sea, todos nosotros, sabe que
son santos todos los bautizados y confirmados por el Espíritu, el cual toma
posesión de sus corazones para siempre (Rom 5, 5). Puede parecernos curioso,
pero la santidad es el punto de partida de la vida cristiana, no sólo el de
llegada, porque los “talentos” se tienen desde el comienzo; pero se deben
multiplicar, como se pueden conservar o perder, Pero el mismo Espíritu dispone
para todos nosotros la “comunión de los santos”. O sea, que él, la divina comunión
trinitaria nos hace participar a los “santos” en las “cosas santas”, en los
divinos misterios del Cuerpo y del Cáliz precioso del Hijo de Dios; como
proclama el rito preparatorio de la comunión en la Misa hispano-mozárabe: Las
cosas santas son para los santos.
Este don gratuito nos lleva hacia todas las demás
realidades divinas y salvadoras. Los bautizados santos, en comunión entre
ellos, son elevados así hacia la “divinización”.
El primero de noviembre hacemos fiesta por todo
esto, por los santos del cielo y también por nosotros mismos en esperanza.
FOTO:
© Pepeltoboso, 2014
001.- Cúpula de la Iglesia
Parroquial de El Toboso
TEXTO DE LA REFLEXIÓN:
© Jaime Sancho Andreu, sacerdote