Testimonio de música litúrgica medieval en
los «Libros de Coro» de El Toboso
El toboseño Luis Prensa Villegas aborda
en una conferencia magistral cómo se ejecutaba el contenido musical de los «Libros
de Coro» de la Iglesia Parroquial de El Toboso (Toledo)
EL TOBOSO / 27 AGO ■ InfoParroquia.- El pasado 25 de agosto y
dentro de los actos previos a la gran festividad de San Agustín, a cuya memoria
está consagrada la feria, la localidad toledana de El Toboso volvió a contar
con la maestría de uno de sus hijos predilectos, Dr. D. Luis Prensa Villegas, que para esta ocasión tomó como base de su
conferencia el contenido musical de los «Libros de Coro» que la Parroquia
toboseña atesora en su Archivo Histórico y Fondo Documental Pontificio, Real,
Musical y de Órdenes.
La disertación tuvo lugar en el espacio
denominado como “Domus Artis”, unas antiguas dependencias contiguas al Monasterio
de la Inmaculada y San José (siglo XVII) de las Trinitarias Recoletas que en la actualidad, y por iniciativa privada, han sido remozadas para acoger eventos culturales de todo tipo a lo largo del
año.
Prensa Villegas, que en todo momento estuvo
acompañado del Sr. Alcalde, D. Marciano Ortega Molina, dio inicio al contenido de
su alocución preguntándose de qué manera se ejecutaba el canto contenido en los
manuscritos medievales o en los cantorales de la Parroquia de El Toboso. También,
quiénes eran sus principales intérpretes y cuál debía ser la actitud de los cantores.
En los primeros siglos -los más importantes desde el punto de vista de
la creación musical- los cantores no necesitaban los libros para realizar su
tarea con dignidad. Era la época de la tradición oral: el aprendizaje se hacía
memorizando textos y melodías. Se dice que eran necesarios 10 años para lograr
retener todo el repertorio. En un ambiente tal los códices con notación musical
sobraban.
Pero a finales del siglo IX, comienzos del X, este mundo de ricas sonoridades
hace el tránsito de la memoria oral al bello pergamino y los sonidos adquieran
por fin forma física y volumen. De las enormes ventajas que esta invención
tendrá sobre el desarrollo de la música, de su expresión estética y de su
facilidad para el aprendizaje da cuenta Guido de Arezzo (995-1050), en carta
dirigida a un amigo: “El papa Juan, que se encuentra a la cabeza
de la Iglesia romana, ha oído hablar de la reputación de nuestra escuela de
canto. Se ha enterado de cómo, mediante los antifonarios, los jóvenes pueden
aprender cantos que jamás habían escuchado anteriormente. Se quedó muy sorprendido
y envió a tres mensajeros para que me llevaran ante él (...). El papa se puso
muy contento al verme (...) y me hizo muchas preguntas. Ojeó las páginas del
antifonario como si de un gran prodigio se tratara (...) No se movió de su
silla hasta que hubo aprendido a cantar un versículo que jamás había escuchado.
¿Qué más decir? Yo me tuve que ir rápidamente de Roma, porque las fiebres veraniegas,
en estos sitios húmedos y pantanosos, me sientan fatal. Sin embargo, quedamos
en que volvería en invierno para explicar nuestro trabajo al papa y a su
clero”.
La aparición de la escritura musical será de crucial importancia no
sólo para la perpetuación de melodías centenarias, transidas de honda belleza,
sino para el florecimiento y desarrollo de otro mundo estético: el de los
códices miniados, ricamente iluminados. La belleza sonora irá acompañada en
adelante de ricos ornamentos visuales, que completarán su incorpóreo mensaje
musical.
Una vez fijadas las melodías en el pergamino, los códices servirán como
ayuda de los cantores, para ennoblecer y darle más brillo a la liturgia. Ya san Isidoro de Sevilla alertaba acerca de cuáles debían ser
sus cualidades: “Cuán importante es que
el cantor se distinga e incluso destaque por su talento, con el fin de
acrecentar el placer de quienes le escuchan (...) Su voz no debe ser áspera,
ronca o disonante, sino cantarina, dulce, limpia, aguda, sonora y de melodía
apropiada a la santa religión. Que no declame como en el teatro, sino que haga
prueba de una sencillez cristiana en su canto (...) e imprima a los oyentes una
gran compunción”. Como sugiere san Isidoro, hay una gran diferencia entre
el declamar de los actores de teatro y los cantores de la liturgia: los primeros
actúan, los segundos viven.
De la importancia que la Iglesia ha otorgado siempre a la música y a
los cantores nos hablan algunos epitafios romanos de los siglos IV y V. Un tal
León, que luego llegaría a ser obispo, dice: “Al cantar como el profeta, he querido salmodiar entre el pueblo, y así
he merecido llegar al sacerdocio”. Otro, el diácono Redemptus “emitía un canto dulce como el néctar y la
miel, celebrando la profecía con una modulación llena de paz”. Del
archidiácono Deusdedit se dice que era el
“primero en el orden de los
levitas, cantor del poema de David”. Y de Sabinus, “que modulaba los salmos en ricas melodías y cantaba con sonidos
variados las santas palabras”.
A la pregunta formulada al
inicio, podríamos contestar ya que los códices, los cantorales sirven para
fijar las melodías y los ritos, para cantar y embellecer la liturgia, para
transmitir costumbres rituales y tradiciones locales.
La colección de
cantorales de la Parroquia de El Toboso es un importante testimonio de las
tradiciones litúrgico-musicales en esta noble Villa, testimonio que recoge la
milenaria tradición de la Iglesia de Occidente. Prueba de ello fue el ejemplar de
uno de «Libros de Coro» que
durante todo el tiempo de la conferencia estuvo expuesto a la vista del público
asistente, gracias al interés que el párroco de la localidad, Rvdo. D. Juan
Miguel Romeralo Santiago, quiso tener en este acto.
FOTO:
© InfoParroquia EL
TOBOSO, 2014
001.- Libros de Coro que
la Parroquia de El Toboso conserva en su Archivo
002 – 004.- Diversos
momentos de la conferencia en la Sala “Domus Artis”