miércoles, 27 de agosto de 2014

Preferia San Agustín 2014

Testimonio de música litúrgica medieval en los «Libros de Coro» de El Toboso

El toboseño Luis Prensa Villegas aborda en una conferencia magistral cómo se ejecutaba el contenido musical de los «Libros de Coro» de la Iglesia Parroquial de El Toboso (Toledo)


EL TOBOSO / 27 AGO ■ InfoParroquia.- El pasado 25 de agosto y dentro de los actos previos a la gran festividad de San Agustín, a cuya memoria está consagrada la feria, la localidad toledana de El Toboso volvió a contar con la maestría de uno de sus hijos predilectos, Dr. D. Luis Prensa Villegas, que para esta ocasión tomó como base de su conferencia el contenido musical de los «Libros de Coro» que la Parroquia toboseña atesora en su Archivo Histórico y Fondo Documental Pontificio, Real, Musical y de Órdenes.

La disertación tuvo lugar en el espacio denominado como “Domus Artis”, unas antiguas dependencias contiguas al Monasterio de la Inmaculada y San José (siglo XVII) de las Trinitarias Recoletas que en la actualidad, y por iniciativa privada, han sido remozadas para acoger eventos culturales de todo tipo a lo largo del año.

Prensa Villegas, que en todo momento estuvo acompañado del Sr. Alcalde, D. Marciano Ortega Molina, dio inicio al contenido de su alocución preguntándose  de qué manera se ejecutaba el canto contenido en los manuscritos medievales o en los cantorales de la Parroquia de El Toboso. También, quiénes eran sus principales intérpretes y cuál debía ser la actitud de los cantores.

En los primeros siglos -los más importantes desde el punto de vista de la creación musical- los cantores no necesitaban los libros para realizar su tarea con dignidad. Era la época de la tradición oral: el aprendizaje se hacía memorizando textos y melodías. Se dice que eran necesarios 10 años para lograr retener todo el repertorio. En un ambiente tal los códices con notación musical sobraban.

Pero a finales del siglo IX, comienzos del X, este mundo de ricas sonoridades hace el tránsito de la memoria oral al bello pergamino y los sonidos adquieran por fin forma física y volumen. De las enormes ventajas que esta invención tendrá sobre el desarrollo de la música, de su expresión estética y de su facilidad para el aprendizaje da cuenta Guido de Arezzo (995-1050), en carta dirigida a un amigo: “El papa Juan, que se encuentra a la cabeza de la Iglesia romana, ha oído hablar de la reputación de nuestra escuela de canto. Se ha enterado de cómo, mediante los antifonarios, los jóvenes pueden aprender cantos que jamás habían escuchado anteriormente. Se quedó muy sorprendido y envió a tres mensajeros para que me llevaran ante él (...). El papa se puso muy contento al verme (...) y me hizo muchas preguntas. Ojeó las páginas del antifonario como si de un gran prodigio se tratara (...) No se movió de su silla hasta que hubo aprendido a cantar un versículo que jamás había escuchado. ¿Qué más decir? Yo me tuve que ir rápidamente de Roma, porque las fiebres veraniegas, en estos sitios húmedos y pantanosos, me sientan fatal. Sin embargo, quedamos en que volvería en invierno para explicar nuestro trabajo al papa y a su clero”.

La aparición de la escritura musical será de crucial importancia no sólo para la perpetuación de melodías centenarias, transidas de honda belleza, sino para el florecimiento y desarrollo de otro mundo estético: el de los códices miniados, ricamente iluminados. La belleza sonora irá acompañada en adelante de ricos ornamentos visuales, que completarán su incorpóreo mensaje musical.




Una vez fijadas las melodías en el pergamino, los códices servirán como ayuda de los cantores, para ennoblecer y darle más brillo a la liturgia. Ya san Isidoro de Sevilla alertaba acerca de cuáles debían ser sus cualidades: “Cuán importante es que el cantor se distinga e incluso destaque por su talento, con el fin de acrecentar el placer de quienes le escuchan (...) Su voz no debe ser áspera, ronca o disonante, sino cantarina, dulce, limpia, aguda, sonora y de melodía apropiada a la santa religión. Que no declame como en el teatro, sino que haga prueba de una sencillez cristiana en su canto (...) e imprima a los oyentes una gran compunción”. Como sugiere san Isidoro, hay una gran diferencia entre el declamar de los actores de teatro y los cantores de la liturgia: los primeros actúan, los segundos viven.

De la importancia que la Iglesia ha otorgado siempre a la música y a los cantores nos hablan algunos epitafios romanos de los siglos IV y V. Un tal León, que luego llegaría a ser obispo, dice: “Al cantar como el profeta, he querido salmodiar entre el pueblo, y así he merecido llegar al sacerdocio”. Otro, el diácono Redemptus “emitía un canto dulce como el néctar y la miel, celebrando la profecía con una modulación llena de paz”. Del archidiácono Deusdedit se dice que era el  “primero en el orden de los levitas, cantor del poema de David”. Y de Sabinus, “que modulaba los salmos en ricas melodías y cantaba con sonidos variados las santas palabras”.

A la pregunta formulada al inicio, podríamos contestar ya que los códices, los cantorales sirven para fijar las melodías y los ritos, para cantar y embellecer la liturgia, para transmitir costumbres rituales y tradiciones locales.

La colección de cantorales de la Parroquia de El Toboso es un importante testimonio de las tradiciones litúrgico-musicales en esta noble Villa, testimonio que recoge la milenaria tradición de la Iglesia de Occidente. Prueba de ello fue el ejemplar de uno de «Libros de Coro» que durante todo el tiempo de la conferencia estuvo expuesto a la vista del público asistente, gracias al interés que el párroco de la localidad, Rvdo. D. Juan Miguel Romeralo Santiago, quiso tener en este acto.

FOTO:

© InfoParroquia EL TOBOSO, 2014

001.- Libros de Coro que la Parroquia de El Toboso conserva en su Archivo

002 – 004.- Diversos momentos de la conferencia en la Sala “Domus Artis”