miércoles, 18 de noviembre de 2015

Testimonio

«Para los dos es imprescindible el contacto con las Hermanas Clarisas»

El joven matrimonio formado por Carlos y María Piedad nos cuentan algo de sí mismos y de su relación con la Comunidad de Hermanas Clarisas de El Toboso (Toledo) que en estos días celebrará la profesión solemne de una de sus religiosas.


EL TOBOSO / 18 NOV ■ InfoParroquia.- Próximos a celebrar la profesión solemne de la hermana Blanca Lila, el sábado 21 de noviembre, InfoParroquia EL TOBOSO ha contactado con el joven matrimonio formado por Carlos Córdoba Ortega y María Piedad Martínez Fuentes, casados en marzo de 2014, a fin de que nos ofrezcan a todos los lectores del blog su experiencia vocacional y, principalmente, la relación que desde novios han tenido con las Hermanas Clarisas de El Toboso. Y es que como Carlos y María Piedad dicen, el testimonio, la oración y presencia de las Hermanas ha sido muy importante en la trayectoria de esta joven pareja. Dejamos que ellos nos cuenten.

Queridos amigos,

Se nos pide que compartamos nuestro testimonio vocacional en donde plasmemos el recorrido que llevamos hecho hasta ahora como matrimonio.

Somos Carlos y María Piedad. Vivimos en El Toboso (Toledo), de donde es María Piedad ya que Carlos es natural de Daimiel (Ciudad Real). Y llevamos un año y ocho meses de casados. Nuestra boda fue el 15 de marzo de 2014, el día más bonito de nuestra vida.

Ambos somos dos personas que a lo largo de nuestra vida hemos tenido la inmensa suerte de haber nacido en familias sencillas y cristianas. Aquí dimos nuestros primeros pasos en la Fe; nuestras madres nos enseñaron las primeras oraciones, nos llevaron a catequesis y nos introdujeron en la vida parroquial. Aprendimos a hablar de y con Dios, nos educaron a respetar, a valorar la vida día a día y a acudir a Dios siempre, sobre todo en los momentos de dificultad. Sencilla y naturalmente se hablaba de Dios en casa.

También hemos crecido y desarrollado la vida de fe en nuestras parroquias de origen, la de San Antonio Abad de El Toboso y Santa María la Mayor de Damiel, donde a través del testimonio de sacerdotes, personas consagradas y de laicos, hemos aprendido a querer a Jesús, a conocerle más, a contrastar y discernir nuestra vida en base a su Palabra y al Evangelio, a plantearnos cosas, a comprometernos y sentir la parroquia como una parte importante en nuestra vida. Se nos decía que, si de verdad creemos en Jesús, no podemos vivir como si Él no estuviera, no podemos reducir a Dios sólo a momentos esporádicos o costumbres y tradiciones aisladas al cabo del año. Toda la vida de Jesús, desde su encarnación y nacimiento en un pesebre hasta su muerte en cruz y resurrección, es una llamada constante que nos invita a seguirle a todos los que nos consideramos hijos suyos.

Entre otras muchas cosas, aprendimos, sobre todo, el valor de la oración como experiencia única de unión entre Dios y nosotros. Y por esta experiencia de encuentro personal, hemos tenido la gracia de descubrir nuestra Vocación a lo que Dios nos llamaba, al matrimonio. En este proceso de discernimiento, además de irnos conociendo como pareja durante el noviazgo, también nos ayudaron nuestras familias y comunidades parroquiales. Porque claro, gracias también a nuestras parroquias fue cuando nos conocimos hace ya muchos años, concretamente en uno de los Encuentros Diocesanos de Jóvenes que la diócesis de Ciudad Real organiza. A raíz de aquel encuentro se originó nuestra relación que inicialmente empezó como una amistad pero que seguidamente fue creciendo con el paso del tiempo hasta llegar al matrimonio, hace ahora un año y ocho meses. Por tanto, no dudamos en afirmar que fue la Iglesia la que nos brindó la oportunidad de habernos conocido. Y le damos las gracias.

Él

Hasta que nos conocimos, la vida de cada uno se fue forjando en nuestros pueblos y parroquias, entre la familia, amigos, estudios, aficiones, deportes, etc. Por mi parte, puedo decirles que yo sentí la llamada de Dios a dedicarme a los más pobres. Esto lo descubrí claramente a través de la oración en donde cobraban importancia los sentimientos que en mí producían las situaciones de injusticia, sentir cómo se me ponía la piel de gallina cuando escuchaba testimonios de misioneros de mi parroquia, etc. Sentí que yo también era un hijo de Dios llamado a poner mi granito de arena y ser un brazo más de la parroquia, de la Iglesia, para estar cerca de los más necesitados. Y durante tres años fui y trabajé como laico misionero en Etiopía, algo que constituyó una parte de mi vida tremendamente intensa y emotiva.

Ella

María Piedad realiza una misión muy bonita en su parroquia, que es la de animar el canto en la celebración la Eucaristía todos los domingos en misa y en las fiestas litúrgicas y solemnidades de la parroquia. ¡Tiene una voz preciosa! Además, el coro al que pertenece emprende otras actividades durante el año como son encuentros de oración y reflexión, convivencias, etc., y Maripi, que es así como cariñosamente la llamamos, está presente en todo, animando a todos, aunque tiene algo de genio, también.

Los dos

Carlos es licenciado en Pedagogía y Educador Social por la UNED y diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad de Castilla La Mancha. Trabaja como educador social en Aldeas Infantiles S.O.S, en Cuenca. Por su parte, María Piedad es licenciada en Ciencias Medioambientales por la Universidad de Castilla La Mancha y trabaja como técnico de prevención en riesgos laborales en Villanueva de Alcardete (Toledo). Nuestra situación laboral actual nos obliga a estar distanciados del hogar común varios días de la semana. Pero como matrimonio, nos sentimos profundamente agradecidos a Dios por habernos unido, estamos muy enamorados el uno del otro y tremendamente orgullosos y felices de nuestra vida hasta ahora. No queremos que nuestra vida matrimonial se nos escape de las manos, son muchas “las distracciones” que nos pueden impedir vivir una vida completa y además pensamos que lo nuestro es un proyecto de vida y una gracia de Dios y debemos en la medida de nuestras posibilidades dar gloria a Dios cada día.

Las Clarisas de El Toboso

Desde muy pequeñita, María Piedad ha tenido una relación muy estrecha con las Hermanas Clarisas de El Toboso. También su familia. Siempre le sorprendió gratamente los diálogos y encuentros con las religiosas, la relación intensa que las Hermanas mantienen día a día con Dios, la sinceridad y la alegría con la que transmiten su vocación. Ha participado de forma activa en las distintas actividades, oraciones, encuentros, fiestas, profesiones religiosas que las Hermanas organizaban.

En este sentido y ya desde nuestra época de novios, para los dos es imprescindible el contacto con las Hermanas Clarisas, pues nos tienen en cuenta en su oración, nos hablan, nos cuestionan y nos hacen replantearnos nuestro proyecto de vida como pareja casada. Siempre tienen las puertas abiertas para todo el mundo. ¡Son nuestras madres espirituales!

El día que nos casamos no podíamos irnos a celebrarlo con nuestros familiares y amigos sin antes hacerles antes una visita. Queríamos compartir con ellas el día más importante de nuestra vida. Así pues, una vez que hubo terminado la ceremonia en la Iglesia Parroquial de El Toboso nos fuimos al convento de las Hermanas que nos abrieron las puertas de su capilla para que juntos pudiésemos dar gracias a Dios delante del Sagrario y, seguidamente, darnos el abrazo franciscano de paz y bien. ¡Fue muy hermoso!


Las Hermanas Clarisas son para nosotros expertas conocedoras de Dios, siempre encontramos en sus palabras un soplo de aliento y esperanza, un testimonio de la alegría que da vivir la pobreza y el Evangelio en medio de este tiempo en el que vivimos “irreflexivos y atolondrados” por la marea de imágenes, informaciones y noticias vanas que segundo a segundo difunden nuestros televisores, radios, ordenadores, tablets o móviles. Además, los afanes y preocupaciones inútiles consumen nuestros días sin que tengamos espacios para cultivar nuestro espíritu y el silencio para escuchar la voz del Señor que nos llama a hacer un alto en el camino. Sólo Dios nos incita a romper con la rutina y a desviarnos hacia el camino de su Reino. ¡Ya no más culto al placer! ¡Ya no más alienación! Debemos darle un “¡sí!” rotundo a una vida plena de significado y a una existencia digna. Necesitamos recuperar lo realmente valioso de la vida, que es nuestra vida misma, la de nuestra comunidad y nuestro pueblo, la vida que nos regala Dios. Por tanto y para esta tarea, el ejemplo, trabajo y el espacio que nos brindan las Hermanas es una oportunidad y una gracia de Dios que no se debe desaprovechar, ¡nunca!

Nuestro deseo es que, en este año de la vida consagrada, descubramos en cada uno de nosotros nuestra parte consagrada a Dios, nuestra parte que es Clara y Francisco, y que la regalemos cada día a todos los hermanos y hermanas que nos encontramos en nuestro caminar.

Muchas gracias.

FOTO:

© Tuvidaenfoto, 2014

001 y 002.- El día de la boda de Carlos y María Piedad junto a las Hermanas Clarisas.