«Jamás me creí capaz, hasta que me vi allí»
Testimonio
misionero de un feligrés de la Parroquia de El Toboso (Toledo).
EL
TOBOSO / 22 NOV ■ Infoparroquia / Alfa y Omega.- El semanario
católico de información religiosa Alfa y Omega publicó el pasado 19 de
noviembre en su edición digital el testimonio de Carlos Córdoba Ortega, quien antes de contraer matrimonio con su
esposa María Piedad en la Parroquia
San Antonio Abad de El Toboso (Toledo), estuvo tres años como laico misionero
en Abobó (Etiopía).
«¿Qué hago yo aquí?», se preguntó Carlos
nada más bajar del avión. Acababa de llegar a Etiopía. Comenzaban tres años de
misión que cambiarían su vida. Carlos es laico misionero y la llamada a la
misión le había llevado a posponer incluso su boda, acontecida finalmente en
marzo de 2014.
«Al llegar a mi
destino final –Abobó, en la diócesis de Gambela–, me recibieron un matrimonio y
una laica consagrada, italianos. No conocía su idioma y me sentía raro»,
recuerda.
Poco a poco, Carlos se fue adaptando:
«Jamás me creí capaz de hablar las lenguas locales, hasta que me vi allí. Me
enseñaron los niños de la calle. Te das cuenta de que tus límites están más
lejos de donde tú los pones, y de que la vida está para gastarla». En Abobó,
frontera con Sudán del Sur, «viven en una cabaña, con tres o cuatro cabras y un
pedacito de tierra. Los niños van al colegio con un bolígrafo y un cuaderno».
El joven trabajaba en un centro juvenil,
realizaba labores pastorales, y ayudaba en la gestión de un centro de salud.
Uno de los mayores desafíos para los misioneros es ayudar sin crear
dependencia. «Tú no puedes solucionarles todo. Vas a compartir la vida.
Queremos que los protagonistas del desarrollo sean las comunidades. Por eso,
nosotros no tenemos proyectos propios», sino que van donde lo piden las
comunidades locales.
«¿Qué buscas?»
Quien puso en contacto a Carlos con la
misión de Abobó fue la asociación de laicos misioneros OCASHA-Cristianos con el
Sur, que también le dio formación antes de enviarle. Se la recomendó un
matrimonio de su parroquia, que había estado en Zambia y conocía la inquietud
misionera que había ido surgiendo en este joven gracias a su implicación en la
parroquia y al testimonio de su tío, que fue misionero en la región africana de
los Grandes Lagos.
Carlos volvió el pasado fin de semana a un
encuentro de Ocasha, aunque esta vez para ofrecer su experiencia y testimonio a
otras personas con inquietud misionera. A estos encuentros «viene gente que
dice: “Yo me quiero ir ya a la misión”. Pero tiene que haber un proceso serio
de discernimiento», explica el joven. Durante los encuentros, «explicamos
nuestra actividad y nuestro compromiso, que es de tres años. A ellos les
preguntamos qué buscan y hacemos alguna dinámica de autoconocimiento». Después
se ofrecen unas jornadas de discernimiento «para ir poco a poco encauzando la
vocación misionera». Estas jornadas acaban en mayo con un retiro espiritual y
«se va viendo quién va a hacer el curso de misionología de tres meses», último
paso antes de ir a la misión.
Volver, pero acompañado
Los tres años en Etiopía se le hicieron
cortos a Carlos Córdoba. «Me acuerdo de Abobó todos los días». En España sigue
colaborando con OCASHA. «Me gusta comunicar la alegría que he recibido, por si
sirve a otra gente. Cuando cuentas tu testimonio, la gente escucha. La misión
es algo nuevo, Jesucristo es siempre nuevo, y la gente tiene ganas» de
escucharlo.
Carlos piensa en volver algún día a la
misión, pero no lo hará solo. Hace poco más de un año se casó con María Piedad,
su novia que le esperó. Y el viaje de novios fue a Abobó, donde «celebramos una
segunda boda. Nos vistieron como lo hacen ellos y tuvimos una fiesta. Me alegró
ver que entendían por qué me había ido».
Aunque es natural de Daimiel, en la provincia de Ciudad Real, en este momento reside en El Toboso y colabora con la Parroquia toboseña.
Después de responder a través de OCASHA a su inquietud misionera, que albergaba
desde pequeño, ahora trabaja en Aldeas Infantiles en Cuenca, donde visita
colegios para hablar de su experiencia a los niños y «tratar de recuperar la
dimensión espiritual que hemos perdido».
FOTO:
© Carlos Córdoba Ortega, 2015
001.- Con los niños de Abobó (Etiopía)
002.- Foto personal