FELICITACIÓN DE NAVIDAD
Sr. Arzobispo de Toledo
Natividad del Señor - 2011
“Corramos con
alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño”, invitaba
Benedicto XVI a los universitarios de los ateneos romanos. Citaba el Santo
Padre la carta de Santiago (5,7): “Sed constantes, hermanos, hasta la
venida del Señor”. Sí, hermanos, ese texto bíblico nos recuerda que la
certeza de la gran esperanza del mundo se nos da y que no estamos solos,
ni construimos nuestra historia en soledad. Dios no está lejos del ser
humano, sino que se ha inclinado hacia él y se ha hecho carne (Jn 1,14),
para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo, el
cumplimiento de sus aspiraciones más profundas: en Cristo.
¡Feliz Navidad! para
todos los toledanos. Os la desea vuestro Obispo, de corazón en esta tercera vez
que la celebro entre vosotros. Navidad es la segunda de las fiestas cristiana,
pero tal vez la que de modo más alegre y sensible vivimos. Nos deseamos muchas
cosas en Navidad, tal vez porque nos vemos menesterosos y pequeños. Incluso nos
intercambiamos regalos, espero que por sentir que el gran regalo que es Cristo,
nacido en Belén.
Me gustaría expresar
también deseos y preocupaciones. Uno primero es que abunde entre nosotros la
mirada, de mente y corazón, que no se detenga únicamente en el horizonte de este
mundo, en las cosas materiales, sino que sea de alguna forma como el árbol de
Navidad, que tiende hacia arriba, que nos dirija a Dios. Él nunca nos olvida, y
nos viene mal que nos olvidemos de Él para afrontar nuestras dificultades y
situaciones difíciles por las que pasa nuestra sociedad.
En la noche de
Navidad escucharemos que una luz envolvió a los pastores, cuando les anunciaba
la gran alegría del nacimiento de Jesús, de Aquel que nos trajo la luz, más aún,
de Aquel que es la luz verdadera que ilumina a todos.
Precisamente un
segundo deseo para nosotros es que Navidad nos recuerde que necesitamos una luz
que ilumine el camino de nuestra vida y nos dé esperanza y ganas de luchar,
especialmente en esta época en que sentimos tanto el peso de las dificultades,
de los problemas, de los sufrimientos, y parece que nos envuelve un velo de
tinieblas. ¿Y qué luz puede iluminar verdaderamente nuestro corazón y darnos una
esperanza firme y segura? El Niño que contemplamos en Navidad; está en un pobre
y humilde pesebre, pero es el Señor que se acerca a cada uno de nosotros y pide
que lo acojamos nuevamente en nuestra vida, nos pide que le queramos en tantos
desvalidos, que sintamos su presencia que nos acompaña, nos sostiene y ayuda.
Pero en Navidad hay
muchas luces: en las calles, en nacimientos, en el árbol de Navidad. Mi deseo
sería que cada uno de nosotros aporte algo de luz en los ambientes en que vive:
en la familia, en el trabajo, en el barrio, en los pueblos, en las ciudades. Que
cada uno seamos luz para quien tiene a su lado; que dejemos de lado el egoísmo
que, tan a menudo, cierra el corazón y lleva a pensar sólo en uno mismo; que
preste más atención a los demás, que los ame más. Cualquier gesto de bondad, por
pequeño que sea, junto con las otras luces, ilumina la oscuridad de la noche,
incluso la noche más oscura.
Para todos está
cercano el rostro de Dios en el Niño de Belén. Os deseo de nuevo una Santa
Navidad. Buena noche nos dé Dios.
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Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de
Toledo