«Un cristiano joven siempre tiene que aspirar a lo más alto, a
conseguir ese corazón que vive con plenitud la Fe»
Testimonio
de uno de los jóvenes participantes en la pasada Peregrinación Diocesana de Jóvenes
a Guadalupe.
EL
TOBOSO / 29 0CT ■ InfoParroquia.- El joven Carlos Javier Fernández Jiménez, del
Arciprestazgo de Quintanar de la Orden fue uno de los jóvenes que junto a los
de la Parroquia de El Toboso (Toledo) participó en la pasada Peregrinación
Diocesana de Jóvenes al santuario extremeño de Guadalupe, que tuvo lugar los días
18 al 20 del pasado mes de Octubre. InfoParroquia EL TOBOSO recoge íntegramente
el testimonio de este jóven en el que asegura cómo «este tipo de experiencias
rejuvenece la Fe»
Como
cada peregrinación o campamento, había sido informado por mi cura Juan Antonio,
Párroco de Miguel Esteban, y Juan Miguel Romeralo Santiago, buen amigo y Párroco
de El Toboso, además de mi amiga María
Mayoral, y al igual que cada año, siempre me surgía algo que evitaba que
pudiese ir. Para no variar, cuando María me comentó qué día sería Guadalupe, ya
tenía planes hechos: Unos días antes había estado preparando el traje y las
entradas para la “fiesta de novatos” de mi residencia con mucha ilusión, ya que
la experiencia de “novato” solo se vive una vez (he empezado este año Historia
en la Complutense). En un principio deseché la idea de
Guadalupe, porque después de tener todo preparado para la celebración, no lo
iba a echar a perder, pero un par de días después, tras la rutina nocturna de
rezar antes de dormir, vino de nuevo la idea de Guadalupe a mi cabeza, o mejor
dicho, a mi “corazón naranja”. Pensé: “celebraciones hay muchas a lo largo del
año, pero la peregrinación a Guadalupe solo se da una vez al año”. A la mañana
siguiente, avisé a María y Juan Antonio con la buena nueva de que sí iría
finalmente a Guadalupe.
Esta
anécdota no finaliza ahí; hoy en día vivimos en una sociedad donde ser
cristiano no tiene tantas facilidades como realmente quisiéramos. Cuando
comenté a mis compañeros de la residencia la idea de que no iría a la
celebración debido a la peregrinación, algunos me decían “¿vale la pena
sacrificarlo por eso?” o “piénsatelo dos veces y no vayas, que aquí te lo vas a
pasar mejor aún”. Estos comentarios me hacían preguntarme si realmente valdría
la pena ir a Guadalupe después de todo, pero tenía asumida mi decisión de ir, e
iría después de no haber podido en mucho tiempo.
Finalmente
llegamos al viernes 18. Sabía que Guadalupe tenía guardada para mí una gran
experiencia, pero no sabía hasta qué punto. Después de un largo viaje en bus,
llegamos a Guadarranque, donde nos agruparon y nos señalaron nuestros monitores
(Manu y Coro). Una hora después iniciamos la peregrinación ya entrada la noche.
Para romper el hielo e ir conociéndonos, durante los 10 kilómetros que
hicimos fuimos hablando de por qué estábamos allí y qué era lo que nos había
llevado a peregrinar a Guadalupe, todos con una idea común: Jesús.
Acabado
el peregrinaje llegamos a Alía, donde cenamos, y muy a nuestro pesar, nos pusimos
a bailar. Asimismo, una vez terminado, nos fuimos a descansar al pabellón.
El
sábado 19 comenzaba pasado por agua, por lo que los juegos y las charlas que
estaban organizadas se tuvieron que hacer dentro de un colegio. En una de esas
“charlas” o temas ya en la iglesia, el sacerdote nos habló sobre el pecado, e
hizo referencia a una curiosa metáfora que me hizo reflexionar: comparó la fe
que vivíamos con tres corazones: el corazón lila, aquel que tiene la fe más
olvidada y vive en pecado, el corazón rojo, que vive con plenitud la fe y el
corazón naranja, un término medio entre los dos corazones. Esta metáfora me
hizo pensar que el cristiano siempre tiene que aspirar a lo más alto, a
conseguir ese corazón rojo, pero que no siempre es así. Cualquier gesto como no
ir a misa un domingo, no confesarnos a menudo, no ayudar a una persona que lo
necesita o simplemente cualquier detalle nos hace que ese corazón que antes era
rojo se vaya oscureciendo. Escuchado esto, me propuse cambiar mi corazón en los
dos días que me quedaban de peregrinación para despedir a la Virgen de
Guadalupe con ese vivo corazón rojo.
Estas
charlas también sirvieron para mejorar la gran relación que estábamos teniendo
con nuestros monitores Manu y Coro y con nuestros compañeros María Mayoral,
Perico, Inés, Alberto, Carmen, Fran, David, Rebeca y María, que gran grupo 15.
Una
vez terminado esto tuvo lugar la misa, donde hice mi primer paso para cambiar
mi corazón: confesarme. Puede que este momento haya sido uno de los más importantes
de la peregrinación, ya que cuando nos confesamos sentimos un gran bienestar y una tranquilidad con
nosotros mismos, porque el Señor nos
perdona a pesar de ser pecadores.
Tras
la misa nos esperaba la comida, y después una larga caminata de 14 kilómetros. Si la
mañana había empezado con agua, la tarde no iba a ser menos, pero a pesar del
agua y el viento, nos dirigimos a Guadalupe. Este camino guardó un montón de
anécdotas e historias, donde también tuvimos tiempo para rezar el Santo
Rosario.
La
llegada al pueblo de Guadalupe fue otro de los momentos más destacados. Después
del largo camino habíamos llegado a nuestra meta, todos con nuestras camisetas
amarillas de la peregrinación, felices y entusiasmados, y además cantando, algo
que no faltó en toda la peregrinación. Nos dirigimos a la basílica donde tuvo
lugar para mí el momento más especial
del fin de semana: encontrarme con nuestra Madre, la Virgen de
Guadalupe. En ese momento mi cabeza volvió a la semana anterior donde no sabía
si venir a Guadalupe o no, y me sentí orgulloso de haber tomado la decisión
acertada, ya que esa sensación no la cambiaba por nada.
Tras
la cena, se llevó a cabo la vigilia; otra bonita experiencia de encuentro con
el Señor, al cual teníamos que agradecer la gran peregrinación que habíamos
tenido. Tras la vigilia nos fuimos a descansar, la peregrinación de Guadalupe
estaba llegando a su fin…
Comenzaba
por tanto el domingo 20 con un sabor agridulce ya que nuestro encuentro con la virgen de Guadalupe
no había hecho más que empezar y ya estaba acabando. Al levantarnos recogimos
nuestro macuto y salimos a desayunar hacia el recinto de las chicas, ya que
estábamos separados.
Después
de un gran desayuno, otro sacerdote nos habló acerca de la Iglesia, otro de los
temas más importantes, porque ya desde pequeños siempre nos han preguntado
“¿Qué es Iglesia?” o ¿qué diferencia Iglesia a iglesia?”. Todos sabemos que la
Iglesia la formamos todos, cada uno aportando su granito de arena, y a la
cabeza de esa gran montaña se encuentra Jesús, pero muchas veces olvidamos el
verdadero significado de Iglesia. Con esto quiero hacer referencia a una cita
que aparece en el libro del peregrino respecto a la Iglesia, y dice así: “La
Iglesia no solo es para nosotros donde Cristo está, y el lugar donde Cristo nos
comunica su amor, sino que es el auténtico tesoro de Jesús. Cuando una persona
tiene un tesoro, ese tesoro lo considera como parte de su propia vida, de su
propia existencia; la Iglesia es ese fruto que brota del amor de Dios por el
hombre que se entrega en la Cruz.”
Tras
el tema, Coro nos regaló unas bonitas pulseras de la JMJ bendecidas por el
Papa, y Manu un cuadernillo del santísimo Cristo de la Vera Cruz de Urda. Después tuvimos ocasión de tomarnos algo tranquilamente
en la plaza antes de la misa, ya que era tiempo libre. Recuerdo que este
momento se hizo extraño, porque esas personas con las que había compartido
tanto en tan pocos días estaban a punto de tomar caminos diferentes.
Llegó
por fin la ansiada misa en la basílica. Era el momento de encontrarnos con el
Señor y agradecer el fantástico fin de semana que habíamos vivido. Después de
la misa y del baile que practicamos el viernes
nos hicimos la tradicional foto de peregrinos en la escalera de la
basílica. A continuación fuimos a comer, y después de la comida, un grupo de
jóvenes de Ciudad Real puso el broche final a la peregrinación con un musical.
He
contado muchas experiencias como las grandes amistades que nos hemos llevado,
nuestro gran grupo 25, las joyas de monitores que hemos tenido… Pero lo que realmente cabe destacar de esta
experiencia es la Fe. Uno de tantos aspectos positivos que saco de estos
momentos es que las peregrinaciones, campamentos, excursiones… nos sacan de la
monotonía del día a día, rejuveneciendo nuestra fe. Perdonad si he fallado en
algún dato, pero creo que aquí recojo mi gran experiencia en Guadalupe. Estoy
seguro que el año que viene, si no surge ningún contratiempo, estaré una vez
más allí, y os animo a todos a llevar a cabo estas oportunidades que nos brinda
la Iglesia.
No
quiero despedirme sin antes agradecer la labor los sacerdotes; de ayudarnos
cuando se lo pedimos y cuando no, de estar las 24 horas pendientes de nosotros,
de desahogarnos, charlar, comentar tanto el fútbol como la hora santa, debatir…
Gracias por no solo transmitir la palabra de Dios, sino por levantarnos cuando
más cerca del suelo estamos.
“El fruto del silencio es la oración. El fruto
de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el
servicio. El fruto del servicio es la paz”, Madre Teresa de Calcuta.
CARLOS JAVIER FERNÁNDEZ
JIMÉNEZ
FOTOS:
© http://escuelapj.wordpress.com, 2013
© CARLOS
JAVIER FERNÁNDEZ JIMÉNEZ, 2013
001.-
Cartel de las XII Escuela de Pastoral con Jóvenes 2013
002-004.-
Diferentes momentos de la Peregrinación de este año
WEB:
Más
información del Secretariado de Pastoral Juvenil de la Archidiócesis de Toledo
aquí